Una serie de televisión es una obra de carácter audiovisual y generalmente narrativa que se difunde por televisión, en entregas periódicas, manteniendo cada una de ellas una unidad y continuidad argumental o al menos temática con los episodios anteriores y posteriores.
El streaming es la distribución digital de contenido multimedia a través de una red de computadoras, de manera que el usuario utiliza el producto a la vez que se descarga. Consiste de una corriente continua de audio o video que fluye sin interrupción.
Este tipo de tecnología funciona mediante un búfer de datos que va almacenando el flujo de descarga en la estación del usuario para mostrarle de inmediato el material descargado. Esto se contrapone al mecanismo de descarga de archivos, que requiere que el usuario descargue los archivos por completo para poder acceder al contenido.
El streaming requiere de una conexión por lo menos de igual ancho de banda que la tasa de transmisión del servicio. Se popularizó a fines de la década de 2000, cuando la contratación del ancho de banda suficiente para utilizar estos servicios en el hogar se hizo lo suficientemente barata. Suele ser en diferido o de contenido previamente grabado, como una película de algún servicio de vídeo bajo demanda. También se puede realizar en directo, que sería la difusión de contenido en tiempo real a través de internet de algún evento según ocurre, como por ejemplo un concierto o la señal de una cadena de televisión. Requiere de una fuente de grabación de vídeo y audio, un codificador del contenido, un editor y una red de distribución de contenido para entregar el streaming a los espectadores.
El uso de las plataformas de streaming ha comenzado en el 2021 a normalizarse comparado con el uso durante los meses de confinamiento, pero sigue estando muy por encima de los niveles prepandemia. La Covid-19 ha situado al streaming en el centro de nuestras relaciones sociales y de nuestro entretenimiento. ¿Se quedará aquí o solo es el comienzo?
La modificación del consumo de las plataformas empezó en marzo del 2020, cuando se inició el confinamiento. Cansados y agobiados por la incertidumbre provocada por una pandemia sin precedentes y sin posibilidad de realizar actividades al aire libre, también buscamos refugio en la televisión. Incluso algunos estudios del comportamiento de la población, durante la pandemia, demostraron que hubo personas que redujeron el tiempo de sueño, el cual lo utilizaron para entretenerse de diferentes maneras, entre ellas, a través de plataformas digitales.
El impacto de la COVID-19 ha condicionado las relaciones familiares, la vida afectiva, el trabajo y la manera de relacionarnos con el entorno social y, además, la forma de divertirnos. Durante los meses de confinamiento, lo primero que hacía el consumidor de TV era informarse de la evolución de la pandemia, pero posteriormente, en unas cifras muy importantes, se pasaba a las plataformas digitales.
los meses de reclusión, las series y películas, los juegos, las redes sociales, los tutoriales y las videollamadas se convirtieron en nuestra mejor compañía. Cifras como la del consumo de televisión o la del tráfico de Internet dan una idea del tiempo y la intensidad con la que nos dedicamos a estas plataformas tecnológicas durante este periodo.
“Aproximadamente un tercio de todo el consumo de contenido se hace actualmente a través de plataformas de streaming, pero en 2030 creo que va a aumentar a más del 80%”, indica Brad Barrett, director de análisis de Capital Group.
“Es un mercado enorme. La televisión sigue ocupando un lugar predominante en el tiempo de ocio de la gente, pero está cambiando rápidamente hacia el streaming”, añade Barrett, quien afirma que el streaming es “mejor que la televisión tradicional” por lo que duda de que esta situación vaya a cambiar.
En el futuro más probable del mercado de plataformas, la concentración aparece como la solución más factible al problema. Los grandes grupos tradicionales de telecomunicaciones están llegando desde hace tiempo a alianzas con las plataformas digitales para poder ofrecer todo el contenido que desean sus clientes, dando lugar a una sinergia que beneficia a ambas partes. Por ejemplo, Movistar con Netflix y Disney+ y Vodafone con HBO.
Los Netflix, HBO y Amazon consiguen multiplicar exponencialmente el número de potenciales consumidores de sus contenidos cuando se asocian con los operadores de telecomunicaciones, que se venden a sí mismos como grandes agregadores de contenido, reforzando con la incorporación a su oferta de horas y horas de contenido audiovisual.
Nadie puede adivinar lo que sucederá en los próximos meses en la lucha entre las plataformas de streaming. Es evidente que se avecinan cambios. El campo de juego se ha quedado pequeño para albergar a todos los players, muchos de los cuales ofrecen un contenido similar a un público similar.
De la capacidad de las plataformas para diversificar su oferta dependerá la supervivencia de las mismas, pero también serán fundamentales las alianzas comerciales. Las que no lo consigan deberán abandonar el mercado, como ya hemos visto en el caso de Sky.